Y con el EPL … ¿entonces qué?

Y con el EPL … ¿entonces qué?

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El anuncio de que están por comenzar las negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), segunda fuerza guerrillera en Colombia, ha despertado optimismo e interés en diversos sectores. Está claro que una solución política al conflicto social y armado, requiere de la participación de todos los sectores alzados en armas y de un compromiso serio por parte de las autoridades para abrir esos canales de participación política y de diálogo, cerrados al bajo pueblo. En este contexto creo que es justo que nos preguntemos: y con el EPL, ¿entonces qué? El Ejército Popular de Liberación, EPL, es la fracción que no se desmovilizó en 1990 junto a otros 3.000 combatientes que sí lo hicieron. Esta fracción, originalmente compuesta por unos 400 guerrilleros, fue liderada por Francisco Caraballo, hasta que cayó preso en 1994; como parte de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, participaron en las infructuosas negociaciones de Tlaxcala y Caracas a comienzos de los ’90 junto a las FARC-EP y el ELN. Constituye actualmente la tercera fuerza insurgente en el país, cuyas tropas están concentradas fundamentalmente en el Catatumbo, donde opera el Frente Libardo Mora Toro bajo el mando de Víctor Ramón Navarro, más conocido como “Megateo”. Con unos 300 combatientes es una organización pequeña numéricamente hablando, pero que ha logrado no solamente una fuerza militar importante en esa región, coordinando sus acciones tanto con el ELN como con el Frente 33 de las FARC-EP, sino que sobretodo, ha logrado articular sus propuestas políticas con las propuestas de los campesinos y los cocaleros del Catatumbo, que han estado al frente de las protestas en contra del actual modelo social y económico. En cierta medida, el EPL es una fuerza en una posición clave de cara a la superación del conflicto social y armado de más de medio siglo.

Disposición a la negociación política

En una carta difundida por ANNCOL, originalmente dirigida al “Clamor Social por la Paz” [1] , el EPL ha expresado su voluntad de participar en las negociaciones políticas que actualmente adelanta el gobierno de Juan Manuel Santos con las otras fuerzas guerrilleras. En ella, plantean la necesidad de entrar al diálogo como una fuerza autónoma y advierten contra el riesgo de que la negociación parcial pueda “volver los diálogos con parte de la insurgencia una ’patente de corso’ para imponer esas conclusiones parciales al resto de las guerrillas utilizando bombas y bayonetas, persecuciones, asesinatos y detenciones, cuando realmente el único que tiene poder decisorio es el pueblo y debe contar con los más amplios y completos insumos para debatir y decidir. [2] En su carta, terminan respaldando el llamado de amplios sectores del mundo popular, asumido también por las FARC-EP, de convocar a un Asamblea Nacional Constituyente [3] .

La opinión expresada en esta carta es perfectamente concordante con la participación de esta expresión insurgente en negociaciones previas, así como con el ánimo y las posiciones expresadas por Megateo en una rara entrevista con Semana exactamente hace un año atrás: “Hemos mandado dos peticiones al gobierno y este no le ha parado bolas. Hemos propuesto cese de hostilidades y no han querido. (…) Santos es un hombre de guerra. Lo demostró siendo ministro y ahora siendo presidente. (…) Para que haya paz deben tenerse en cuenta a todas las organizaciones de izquierda. (…) Nosotros no queremos nada escondido y nos gustaría un diálogo abierto [4] . Aunque el EPL tiene su propia trayectoria, su propia identidad política y sus propios proyectos de futuro, en la necesidad de meterle pueblo a las negociaciones coinciden todos los movimientos insurgentes.

Si no queremos que quede cojo este nuevo intento de resolver de raíz las causas del conflicto social y armado colombiano, es imperativo que se dé espacio y cabida al EPL en las negociaciones. Una negociación parcial, que deje por fuera tanto las causas estructurales, como a un movimiento insurgente histórico como ellos, no puede sino servir de preámbulo para un nuevo ciclo de violencia política. La experiencia histórica así lo demuestra: en los ’50 se dejó por fuera a los comunistas para negociar con los liberales, que eran el movimiento guerrillero más importante, y ahí siguió la guerra contra el pueblo. A fines de los ’80 se negoció con un número importante de siglas guerrilleras, quedando solamente tres guerrillas por fuera de la negociación, y los ’90 solamente vieron recrudecer la guerra sucia… Lo ideal sería que las organizaciones insurgentes negociaran de manera coordinada, como lo hicieron a comienzos de los ’90, pero aún cuando hoy las negociaciones sean por separado, la demanda de una participación popular decisiva en este proceso da una cierta unidad por abajo, por vía de la incorporación de las propuestas emanadas desde el mismo pueblo en los foros y mecanismos de consulta, con todas sus falencias y limitaciones. Lo que es inaceptable, en todo caso, es que no se tome en cuenta a una expresión de la insurgencia, más aún cuando ésta ha expresado su interés de negociar.

 

Montajes, desprestigio y difamación

Sin embargo, desde el Estado, así como desde los medios de comunicación, se niega absolutamente el carácter de interlocutor político de este movimiento guerrillero. En Mayo del 2013 cuestionábamos un parte que anunciaba la captura de unos militares involucrados en tráfico de cocaína, parte que de manera tramposa trataba de vincularlos al “paramilitar” (sic) Megateo, buscando confundir en un solo saco a todos los “actores armados” [5] , confusión deliberada en la que han incurrido también los medios [6] ; también hubo a mediados del año pasado una serie de reportajes de Semana en que se le muestra desde un ángulo gangsteril, minimizando su discurso claramente político, y llamándole gratuitamente “narco” y “capo” [7] .

Más preocupante aún es la aparición de panfletos, de factura semejante al de los paramilitares, anunciando la supuesta reorganización del Frente William Calvo Ocampo del EPL en Risaralda. Hay que recordar que, desde que murió el comandante Leytor (Jesús Berlain Chiquito Becerra) en el 2006, que no ha habido presencia del EPL en esa zona. En ellos, se da un ultimátum de una semana para que abandonen el municipio de Quinchía a “expendedores de vicio, consumidores de drogas, prostitutas, ladrones, cuatreros” y -para rematar con un tufillo a izquierda bastante forzado- a los “sapos del gobierno”. Terminan el panfleto anunciando la “limpieza social [8] . Es sorprendente no solamente el lenguaje, el estilo y el contenido del panfleto, que recuerda a los grupos paramilitares que pululan por todo el territorio (los llamados Bacrim), sino el contexto y el momento en el cual aparecen. Por una parte, en ese municipio existen importantes intereses minero-extractivos (la presencia de oro ha atraído a una filial de la AngloGold Ashanti) y este ambiente de zozobra, incertidumbre y terror beneficia a los que se enriquecen del despojo; por otra, el panfleto aparece en momentos en que el proceso de negociación para superar el conflicto incorpora a un nuevo movimiento insurgente. Muy probablemente este panfleto sea un montaje, parte de esa campaña de desprestigio y bandolerización de la subversión, pero que da ciertas luces sobre los obscuros manejos que pueden complicar el período del llamado “post-conflicto”.

 

¿Entonces qué?

Ante esta campaña de desprestigio, así como ante la negativa del gobierno de Santos de atender el llamado del EPL de abrir el diálogo también con ellos, es imprescindible que los movimientos sociales y las expresiones políticas genuinamente interesadas en alcanzar la paz sostenible, duradera y con justicia social, adopten la incorporación del EPL a este proceso de diálogo como un asunto prioritario en estos momentos. La cuestión de negociar con los movimientos insurgentes no es un mero asunto matemático dependiente de cuántos hombres y mujeres tengan en armas. Desde una perspectiva pacificadora puede que así sea, pero no desde la perspectiva de quienes apostamos por superar las causas estructurales del conflicto. Independiente de si el EPL es visto un movimiento insurgente numéricamente mucho menos significativo que las FARC-EP o el ELN –visión por lo demás estrecha-, el tema de fondo es que cada movimiento guerrillero colombiano se formó en base a un determinado tipo de agravios, representando a determinadas bases sociales, representando una apuesta política alzada en armas. Es notable que la carta enviada al “Clamor Social por la Paz” no solamente está firmada por el EPL, sino que también por el Partido Comunista de Colombia –Marxista Leninista, lo cual nos recuerda que se trata de mucho más que de unos alzados en armas, recordando la naturaleza eminentemente política de este debate. El EPL es mucho más que unos 250 ó 300 combatientes: el EPL es parte de la historia de Colombia, de su conflicto, es una franja del pueblo en resistencia armada, es parte de un proyecto revolucionario. Por esto su presencia en las negociaciones es inaplazable. Es parte de esa gran deuda histórica que tiene el establecimiento con el pueblo colombiano.

 

NOTAS:

[1] Coordinadora que agrupa a más de un centenar de organizaciones sociales y de derechos humanos conformada en diciembre del 2013 para defender el proceso de paz, ampliarlo y llamar al cese al fuego bilateral. Es un espacio de interlocución desde la “sociedad civil” con las guerrillas y el gobierno.

[3] También en la carta, dan un oportuno recordatorio de la importancia de que las organizaciones que desde una perspectiva popular se comprometen con la paz y los derechos humanos, mantengan una posición clara ante el bloque en el poder “Destacamos la importancia de sus esfuerzos unitarios por la paz desde el perfil social de sus actividades (…). Esperamos que las sigan desarrollando con independencia y autonomía frente al Estado y las fuerzas que lo sostienen para fortalecer su autoridad de cara a Colombia y la comunidad mundial de naciones y pueblos.”

[8] http://eldiario.com.co/seccion/JUDICIAL/vuelven-panfletos-amenazantes-en-quinch-a1407.html

(*) José Antonio Gutiérrez D. es militante libertario residente en Irlanda, donde participa en los movimientos de solidaridad con América Latina y Colombia, colaborador de la revista CEPA (Colombia) y El Ciudadano (Chile), así como del sitio web internacional www.anarkismo.net.  Autor de “Problemas e Possibilidades do Anarquismo” (en portugués, Faisca ed., 2011) y coordinador del libro “Orígenes Libertarios del Primero de Mayo en América  Latina” (Quimantú ed. 2010).



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