Colombia. Represión e insurgencia
Primavera de 1946. El presidente estadounidense Harry Truman y el Primer Ministro británico Winston Churchill, insistiendo sobre el peligro soviético y su comunismo para la “civilización occidental”, impusieron el término “Guerra fría”. No importó saber que sin la URSS el nazismo alemán no hubiera sido derrotado.
En Colombia esos “peligros” ya venían siendo combatidos. A mediados de 1927 el ministro de Guerra había dicho: “La ola impetuosa y demoledora de las ideas revolucionarias y disolventes de la Rusia del Soviet […] ha venido a golpear a las playas colombianas amenazando destrucción y ruina y regando la semilla fatídica del comunismo […] (1) Así explicaba el por qué de las huelgas obreras contra las petroleras estadounidenses; y por qué había nacido el Partido Socialista Revolucionario, primera organización de izquierda en Colombia. Para cortar la “infiltración” soviética, en octubre de 1928 se dictó la Ley de Defensa Social. Su objetivo central era impedir la difusión de las “ideas socialistas”, por personas o grupos. Fue el marco teórico para combatir al enemigo político interno.
En el nuevo orden mundial que se instaló después de la Segunda Guerra Mundial, América Latina y el Caribe quedarían como zonas estratégicas a retener “como un mercado importante para la producción industrial americana excedentaria, para nuestros inversores privados, y para explotar sus inmensas reservas de materias primas, por lo tanto a evitar que el comunismo internacional ingrese.” (2) Y cazar al comunismo fue el pretexto para que en septiembre de 1947 se firmara en Rio de Janeiro el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que integró a todos los gobiernos y ejércitos del continente. Había que prepararse para responder a cualquier ataque exterior que, lógicamente, vendría del bloque liderado por la URSS. Al dictado. El marco estatutario del TIAR lo redactó y presentó el embajador colombiano en Washington y futuro presidente, Alberto Lleras Camargo. Era normal, entonces, que Colombia fuera la primera en firmar un convenio militar con Estados Unidos bajo los principios del TIAR.
En abril de 1948 se reunió en Bogotá la Novena Conferencia de la Unión Panamericana. En esta no solo nace la Organización de Estados Americanos (OEA). El general George Marshall, jefe de la delegación estadounidense, impuso al colombiano Lleras Camargo como Secretario general de la organización: El había sido el principal redactor de los estatutos esenciales. Por el contenido de estos, se llamaría a la OEA el “Ministerio de Colonias” de Estados Unidos.
En plenos debates de la OEA, el 9 de abril es asesinado Jorge Eliecer Gaitán. Aunque era el máximo dirigente del partido Liberal, durante sus arengas pedía que liberales y conservadores se unieran en contra de las dirigencias oligárquicas, que los tenían confrontados y empobrecidos. La noticia se regó como pólvora y el pueblo salió a las calles con ansias de venganza, pero sin dirección política. Rápidamente, el gobierno conservador y el clero aseguraron que los culpables eran los liberales y comunistas, cuyo partido estaba prohibido. Para demostrar quiénes habían ordenado el asesinato, se expulsó a la delegación diplomática soviética. Casi nadie lo creyó. A pesar de que este hecho cambió la historia del país, aun no se sabe el nombre de quien o quienes fueron los responsables intelectuales. Aunque todos miran a la oligarquía bipartidista. Extrañamente, hasta hoy, Washington se niega a desclasificar la información que tiene sobre ello.
Con el asesinato de Gaitán la violencia partidista se multiplicó, principalmente en el campo. Como el gobierno conservador y el clero ordenaron perseguir a liberales y comunistas, la crueldad más extrema cayó sobre ellos: A las mujeres embarazadas se les abría el vientre para extraerles la “semilla” enemiga; se le cortaba la cabeza a los hombres para exhibirlas en estacas o jugar al futbol… Nacía el salvajismo contra la oposición, práctica que aun no se detiene. (3)
Como la alternativa fue resistir o perecer, los liberales organizaron la resistencia armada, con el visto bueno de sus altas dirigencias. En noviembre de 1949 el ilegal Partido Comunista llamó a la autodefensa de masas. Inmediatamente el presidente Mariano Ospina Pérez entregó a las Fuerzas Armadas los ministerios de Gobierno, Justicia y Guerra. Se decretó que todo el que se opusiera a las leyes sería considerado “bandido”, autorizando las ejecuciones sumarias. Así los militares, neutros hasta el momento, se vieron lanzados al violento escenario político.
En ese contexto el gobierno acepta participar en la primera confrontación militar de la guerra fría. Entre mayo de 1951 y octubre de 1954, Colombia fue el único país latinoamericano que envió tropas a Corea, bajo el mando estadounidense. Ayudar a combatir al comunismo, fue el pretexto. Como retribución, en abril de 1952 se firmó el Pacto de Asistencia Militar (PAM), el primero de su tipo en el continente. Los militares colombianos empezaron recibir de Estados Unidos moderno armamento, además de aumentarse el número de militares invitados a prepararse en las escuelas de guerra estadounidense, algo que se daba desde 1949. Se marchaba en línea recta a la dependencia militar colombiana. (4)
A comienzo de 1952 se estrenó el armamento, que incluía bombarderos, en una operación militar inaudita en el país. Es que los habitantes del llano, ese inmenso mar de tierra plana que hace frontera con Venezuela, se habían levantado en armas. La policía, que ven ía siendo asesorada por el Scotland Yard británico, iba sembrando el terror con métodos paramilitares. No de gratis se decía que era la “Gestapo criolla”.
Como el operativo fracasó, el gobierno buscó la negociación. Los llaneros aceptaron, pero pidieron el retiro de las tropas, tierras, salud y educación gratuita. Llegó la negativa y el recrudecimiento de la represión. Estas peticiones se salían totalmente del marco de la confrontación partidista. Hasta la dirigencia Liberal, que vivía tranquila en Bogotá, fue tomada por sorpresa, empezando a desmarcarse: “El gobierno decía que luchaba contra bandoleros, salteadores, malhechores. Y el liberalismo oficial decía que no fueran a confundir al liberalismo auténtico con esos malandrines.” (5)
Las elites bipartidistas vieron aumentada la amenaza cuando supieron que los guerrilleros empezaban a coordinarse a nivel nacional. Entonces vieron una solución. A pedido de los grupos estratégicos de la economía, representados en ambos partidos, el 13 de junio de 1953 llegó al poder el general Gustavo Rojas Pinilla. El general José Joaquín Matallana, lo explicaría: “ El pueblo se iba uniendo en contra del gobierno, la guerrilla crecía cada vez más, y los partidos políticos tradicionales entendieron que por esta vía llegaría el caos a Colombia. Del odio liberal-conservador, estábamos pasando al verdadero problema de la lucha de clases. Entonces surgió una alternativa militar ”. (6) Hasta el pueblo, desesperado por la violencia, vio con buenos ojos este arbitraje militar.
Paradójicamente, Rojas Pinilla empezó a dar a los insurgentes el trato político que no le dieron los civiles, incluida una amnistía. Les ofreció “Paz, Justicia y Libertad”. El deseo de reconciliación hizo que entre julio y septiembre de 1953 más de 4000 guerrilleros del llano entregaron las armas. Por todo el país fueron unos 7000. El 8 de septiembre los llaneros le decían en una misiva al general: hemos depuesto las armas “con decoro bajo el amparo de vuestro gobierno y del pabellón de la Patria.”
Las guerrillas campesinas al sur occidente del país, lideradas por comunistas y liberales gaitanistas, por lo tanto más politizadas, aceptaron la propuesta de pacificación, pero exigieron diálogos para discutir sobre reformas sociales y económicas básicas, así como la distribución de la tierra. Sin esto no entregarían las armas. Les respondieron con más efectivos militares, sicarios y bandas paramilitares llamadas “Guerrillas de la paz”. Los campesinos reactivaron la autodefensa. Empezando 1955 se lanzó contra ellos 4 000 soldados, apoyados por artillería y más de 50 aviones, en su mayoría llegados desde Estados Unidos. Un buen grupo de veteranos de Corea participaron en las operaciones, así como los oficiales instruidos en Fuerte Benning, Georgia, centro estadounidense especializado en guerra irregular. Durante muchos meses los campesinos resistieron la arremetida. Recuerda el general Matallana que “la población respondió porque entendía que el gobierno volvería para quitarles las tierras.” (7)
Mientras se daba esa operación militar se había creado la primera escuela contrainsurgente de América Latina, en la región de Tolemaida, cerca a Bogotá. “Rangers” de Fuerte Benning fungieron de instructores.
Aún así, el gobierno militar seguía hablando de “paz y justicia”. Entretanto los ex dirigentes guerrilleros que habían creído en las promesas seguían cayendo asesinados. Para ellos, la paz de la oligarquía había significado la paz de sus sepulcros.
Los mismos que le entregaron el poder a Rojas Pinilla lo derrocaron el 10 de mayo de 1957. Inaudito: los patrones obligaron a los trabajadores a realizarle un “Paro Cívico Nacional” para presionarlo. Las dirigencias liberal y conservadora ya habían negociado un pacto en un balneario cercano a Barcelona, España. El acuerdo, llamado “Frente Nacional”, era que cada cuatro años, a partir de 1958, y durante 16 años, se alternaría el gobierno. Los que fomentaron el desangre resurgieron como civilistas, autores del retorno a la democracia. Esa oligarquía bipartidista y sus medios de prensa fueron tendiendo un manto de amnesia que los auto-amnistió de tantos miles de crímenes: Se cree que entre 1948 y 1958, período conocido como “Epoca de la violencia”, fueron asesinados unos 300 000 colombianos. Y unos 200 mil fueron desplazados de las mejores tierras. Todos pobres.
El ministro de Guerra del primer gobierno del Frente Nacional, general Alberto Ruiz Novoa, dejó en claro: “sí sabemos que no fueron las Fuerzas Armadas las que dijeron a los campesinos que asesinaran a los hombres, a las mujeres y a los niños para acabar con la semilla de sus adversarios políticos, sino los representantes y los senadores, los políticos colombianos.” (8) Esos responsables nunca han sido juzgados. Cínicamente, tratando de encontrar uno, se enjuició al general Rojas Pinilla: lo encontraron responsable de contrabando de ganado y unos cuantos auto préstamos bancarios.
Con el Frente Nacional se acabarían las luchas partidistas pero nacería la que había sembrado la propia oligarquía: la lucha de clases. Hasta el día de hoy.
Un suceso externo sacudió la política colombiana, sintiéndose por todo el hemisferio, particularmente en Washington: Sin ningún apoyo externo, el Primero de enero de 1959 triunfó la revolución cubana. En abril de 1961 Fidel Castro declaró el carácter socialista de la revolución, algo que no esperaba ni Moscú. El “enemigo” estaba en el mismo patio. Había que evitar nuevas Cubas, por ello la función de los ejércitos latinoamericanos debía pasar de “defensa del hemisferio”, a la de “seguridad interna”.
Fue al gobierno del presidente John F. Kennedy a quien le correspondió instaurar lo que se conocería como Doctrina de Seguridad Nacional (DSN). Esta englobaba toda una variante de metodologías contrainsurgentes, necesarias para enfrentar al nuevo tipo de enemigo. Las bases de la DSN las sentó Francia a partir de sus experiencias militares en las guerras colonialistas de Indochina y Argelia. En el Fuerte Bragg, centro de Guerra Especial del Ejército de Estados Unidos, se fueron perfeccionando. Ahí se adoptaron hasta la experiencia nazi. La guerra en Vietnam sería el terreno propicio para su aplicación.
La premisa fundamental de la DSN es acabar con el “enemigo interno”, el que en “dependencia de la imagen que se le quiera explotar se puede denominar ‘bandolero’, ‘subversivo’, ‘guerrillero’ o ‘terrorista’.” (9) Y enemigos “no son solo aquellos que explícitamente se identifican con el cambio social, sino cualquiera que no se adhiera a las políticas represivas que la seguridad nacional exige […].”
Como se trataba de la seguridad nacional, a las Fuerzas Armadas se les fue trasladando, directa o indirectamente, el poder político, con el beneplácito de las elites económicas. Por ello las Fuerzas Armadas necesitaban una preparación y adiestramiento militar diferente. En especial el ejército.
A comienzos de 1961 se inició la restructuración académica que se impartiría a los militares latinoamericanos. El propio procurador Robert Kennedy, hermano del presidente, se encargó de supervisarla. El centro de adoctrinamiento se llamó Escuela de las Américas, y se estableció en la zona del canal de Panamá. Como básico se incorporó al programa de estudios el Curso de Operaciones de Contraguerrilla, desarrollado en el Fuerte Bragg. Desde el primer momento los militares colombianos estuvieron entre los más numerosos. (10)
En Colombia le correspondió a los civiles del Frente Nacional aplicar las directrices de la DSN. Lo que no trajo traumas, pues, como ya vimos, desde 1949 se les había entregado a los militares responsabilidades de Estado. Para comienzos de los años sesenta las autodefensas campesinas del sur-occidente del país, ahora lideradas por el Partido Comunista, persistían en resistir. Por tanto se decidió aplicar la Acción Cívico-Militar (ACM), para lo cual viajó un equipo especial desde el Fuerte Bragg, en febrero de 1962.
Se pretendió mostrar a militares y policías como entes de utilidad social y pública; que llevaban al campo y a los barrios humildes asistencia médica y alimenticia; que mano a mano con el pueblo construían escuelas y carreteras. “Ganar los corazones y las mentes” al comunismo era una de las estrategias de la ACM. La otra era colectar información de inteligencia. (11)
Por su dinámica, la ACM permitió a las Fuerzas Armadas ser parte de los ministerios de Agricultura, Obras Públicas, Salud y Educación. Así empezó la militarización de la sociedad colombiana y de sus instituciones.
En este mismo año de 1962, al amparo de leyes dictadas bajo estado de sitio, se entregó a las Fuerzas Armadas los problemas de “orden público”, que incluía todo tipo de protesta social. Ya no fue necesario invocar a “bandoleros” ni “guerrilleros” para justificar la intervención militar. Se seguían dando los pasos necesarios para instaurar una democracia bien restringida, donde se mezclaron elementos de la democracia formal con mecanismos típicos de los regímenes más autoritarios. Sin dictaduras que dañaran la imagen.
El 27 de mayo de 1964 el general Álvaro Ruiz Novoa expresó en una asamblea de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), la de los latifundistas: “No es difícil probar que en Colombia existe un estadio de injusticia en la posesión de la tierra y que esta situación es la responsable de la pobreza y el atraso del país, pues no solo mantiene a millones de campesinos en estado de miseria y de ignorancia, sino que tratándose de un problema fundamental, su estado influye decisivamente como lastre para el progreso general.” (12)
A pesar de tan honesta declaración, el general estaba involucrado en una acción militar que, por sus proporciones, superaba a las anteriores: la Operación Marquetalia. Se adelantaba contra los “bandoleros” del suroccidente del país, en las regiones de Marquetalia, Riochiquito, El Pato y Guayabero. En esos territorios se estrenó la ACM en el continente.
Junto a ella se implemento la guerra sicológica, tal y como las fuerzas especiales estadounidenses lo venían haciendo en Vietnam. En la radio los campesinos escuchaban informaciones falsas o alarmistas que creaban zozobra y desconfianza. El resto del país escuchaba, con persistencia, que los comunistas estaban creando en esas regiones “repúblicas independientes”.
Encabezados por los veteranos de Corea, y los egresados de las escuelas de Lanceros y de las Américas, 16 000 soldados cercaron los territorios. Contaban con el asesoramiento de expertos estadounidenses, unos trasladados desde Vietnam. También estuvieron respaldados con artillería pesada y poderosa aviación, aportada por el Comando Sur estadounidense.
Esa demostración de fuerza, acompañada de la histeria desinformativa, para agredir a un grupo de 52 hombres y 3 mujeres mal armado. Las operaciones se iniciaron el 27 de mayo de 1964.
Jaime Guaracas, uno de los que participó en la defensa de las regiones, cuenta: “Ninguno de nosotros tenía experiencia militar. Ni sabíamos qué tipo de ejército íbamos a enfrentar. Había dos reservistas, pero no sabían de técnicas de combate, ni siquiera cómo hacer una emboscada.” (13) El grupo era dirigido por un campesino comunista llamado Manuel Marulanda Vélez, quien se había se había vinculado al movimiento de autodefensa comunista en 1953. Estos campesinos se vieron obligados a diseñar una nueva forma de resistencia, de guerra de guerrillas, de unidades en movimiento permanente que evitaban la confrontación, y que cuando atacaban tenían en la sorpresa su mejor arma.
Así nació, en ese día de mayo, la organización que dos años después se empezaría a llamar Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
El 4 de julio, cuando la “Operación Marquetalia” arreciaba, en el departamento de Santander, al otro extremo del país, al nororiente, 18 hombres iniciaban una marcha guerrillera. Con ellos daba los primeros pasos el Ejército de Liberación Nacional (ELN). La mayoría eran estudiantes universitarios. Un jovencito de 15 años los acompañaba: Nicolás Rodríguez Bautista, quien se conocería como Gabino, y que hoy es su actual comandante.
Esta organización era uno de los “efectos” de la revolución cubana. En 1962 el gobierno de la Isla concedió becas a 27 jóvenes colombianos. “El objetivo de era capacitarse política e ideológicamente. Luego, siete de ellos adquirieron formación militar y regresaron al país para crear al ELN. Su táctica fue novedosa, pues ya no actuaba como las autodefensas campesinas, que se dedicaban a defender una zona y a su población.” (14) Esto lo demostró seis meses después, el siete de enero de 1965, cuando atacó y se tomó la población de Simacota. Ahí se leyó y se distribuyó un manifiesto donde se explicaba los motivos de su lucha armada. El ELN fue la primera organización que se propuso la toma del poder.
Por aquel entonces el comandante Ernesto “Che” Guevara, había escrito el libro “Guerra de guerrillas: un método”, que se convirtió en la guía práctica e ideológica para esta la naciente organización. Como era de esperarse, al implantarse en el campo, serían los campesinos su fuerza mayor. A ellos se unieron varias monjas y sacerdotes, inspirados en la Teología de la Liberación, como Camilo Torres y el español Manuel Pérez, quien llegaría a ser su máximo comandante.
Desde su comienzo, ELN trató de no caer en la pugna ideológica chino-soviética que vivía la casi totalidad de la izquierda en el mundo. Su referente fue durante muchos años la revolución cubana.
La confrontación entre los que se consideraban marxistas-leninistas y los “jrushovistas” (refiriéndose al Primer secretario del Partido Comunista soviético, Nikita Jrushchov. NDA), se vivió al interior del Partido Comunista colombiano. Unos de ellos rompieron y empezaron a crear el Partido Comunista de Colombia, Marxista-Leninista. Eran los pro-chinos o maoístas. También fue en 1964. De ahí nacería el Ejército Popular de Liberación (EPL), en 1967. La revolución cubana influyó en esa ruptura. “Su ejemplo, de un proceso rápido hacia un desarrollo guerrillero importante y con miras a la toma del poder, le dio razón a los que criticaban al Partido Comunista que descartaba la lucha armada que no fuera de autodefensa. Nosotros pensábamos que se debía asumir una actitud de iniciativa, donde se golpeara al enemigo antes de que nos golpeara.” (15)
Por estas fechas se cumplen 50 años de la formación de esas organizaciones guerrilleras, las que están presentes por todo el país, principalmente las FARC y el ELN. Y lo más triste y extraordinario de la historia, es que las condiciones objetivas que llevaron a su nacimiento, tanto sociales, económicas, políticas como de represión, se han incrementado. Washington decide hoy más que nunca en la vida de los colombianos, sin dejar de atizar la guerra.
El 2 de septiembre de 1958, unos humildes campesinos guerrilleros, liberales y comunistas, le hacían llegar una carta al presidente Alberto Lleras Camargo:”L a lucha armada no nos interesa, y estamos dispuestos a colaborar por todas las vías a nuestro alcance en la empresa pacificadora que decidió llevar este gobierno.” Se les respondió con represión. Entre los firmantes estaba Manuel Marulanda Vélez.
Cuando se inició la “Operación Marquetalia”, el presidente conservador Guillermo León Valencia expresó dos frases que se convertirían en una eterna repetición de todos sus sucesores, sin excepción, cada vez que han lanzado sus campañas militares contra las guerrillas, siempre acompañadas de “expertos” y armamento estadounidense, y que nunca han logrado cumplir: “Mucho antes de que termine mi gobierno el país estará totalmente pacificado. Esa es una decisión que no vamos a quebrantar por ningún motivo”. (16)
NOTAS:
Memorias del Ministerio de Guerra, Ignacio Rengifo , 1927 . Citado en Renán Vega Cantor: Colombia entre la Democracia y el Imperio . Editorial El Búho, Bogotá, 1989.
Gerald Haines: The Americanization of Brazil . SR Books, Lanham, 1989.
Germán Guzmán Campos; Orlando Fals Borda; Eduardo Umaña Luna: La Violencia en Colombia. Estudio de un proceso social , tomo 1. Ed. Círculo de Lectores, Bogotá, 1988.
Elsa Blair Trujillo: Las Fuerzas Armadas. Una mirada civil . Ed. Cinep, Bogotá, 1993.
Juan Lozano y Lozano, en el Prólogo a Las Guerrillas del Llano . Eduardo Franco Isaza, Las Guerrilleras del Llano , Ed. Círculo de Lectores , Bogotá, 1986.
José Joaquín Matallana, en Olga Behar: Las Guerras de la Paz , Ed. Planeta. Bogotá, 1985.
José Joaquín Matallana, en Arturo Alape. “La Paz, la Violencia: Testigos de Excepción”. Ed. Planeta. Bogotá, 1985;
Citado en James Henderson: Cuando Colombia se desangró . Áncora Editores, Bogotá, 1984.
“La Guerra Total”. Ponencia de Deborah Barry, Raúl Vergara y Rodolfo Castro. Universidad de California del Sur. Febrero de 1986.
D e 1949 a 1996 se graduaron cerca de 10 000 oficiales y suboficiales en los centros de guerra irregular estadounidenses.
Peter Watson: Guerra, Persona y Destrucción. Usos militares de la psiquiatría y de la sicología . Ed. Nueva Imagen, México, 1982.
Álvaro Ruiz Novoa. Revista de las Fuerzas Armadas , N°. 26. Bogotá, mayo-junio de 1964.
Entrevista del autor a Jaime Guaracas, uno de los fundadores de las FARC. Marzo 2009.
Entrevista del autor a Ramiro Vargas, miembro del Comando Central del ELN. Septiembre de 1998.
Entrevista del autor a Oscar William Ospina, dirigente del PCC-ML y del EPL. Enero de 1985.
El Tiempo , Bogotá, 8 de mayo de 1964.
Hernando Calvo Ospina es periodista y escritor colombiano, residente en Francia y colaborador de Le Monde Diplomatique. Su último libro, traducido a seis idiomas, es “Calla y Respira”, publicado en español por El Viejo Topo. Su página web: http://hcalvospina.free.fr/
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