by Editore | 19 Giugno 2011 6:41
En las movilizaciones de Barcelona, las agresiones e insultos a los diputados catalanes desaparecieron del imaginario colectivo, tras un recorrido festivo en el que no se produjo ningàºn incidente. El movimiento habàa pedido a los violentos que no se presentasen a la cita. Y asà ocurrià³. El servicio de orden interno mantuvo un control estricto a lo largo de la manifestacià³n, informa Jesàºs Garcàa. El àºnico incidente de la manifestacià³n se produjo cuando dos agentes de los Mossos d’Esquadra de paisano fueron descubiertos. Algunas personas les increparon, pero los responsables de seguridad del colectivo les pararon los pies y los policàas se fueron del lugar hacia sus furgones.
“En caso de ver a un violento, hay que intentar dialogar y, si no nos hace caso, nos sentamos pacàficamente en el suelo y le seà±alamos”
Si alguien tenàa dudas de cà³mo iba a responder el movimiento tras levantar los campamentos hace una semana, se disiparon. Riadas de personas recorrieron las calles de las ciudades y tomaron sus plazas en un masivo gesto de reafirmacià³n de ese espàritu de combate pacàfico que viene caracterizando a los bautizados comoquincemayistas por el escritor José Luis Sampedro, convertido en uno de los teà³ricos del movimiento tras prologar el libro ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel. El 15-M volvià³ a demostrar ayer que difàcilmente “el sistema” puede seguir mirando hacia otro lado ante tanto insatisfecho, tanto parado (joven y viejo), ante tales dosis de hartazgo y decepcià³n… Todo ese gigantesco sentimiento colectivo de indignacià³n, simbolizado y proyectado al mundo desde una acampada de un mes en la Puerta del Sol, ha logrado poner en jaque a quienes mueven los hilos politicos y financieros del paàs y, con su sola pero ostensible presencia, les està¡ obligando a replantearse métodos y fundamentos.
Esta misma semana los indignados ya estaban hasta en la Junta de accionistas del Banco de Santander cantà¡ndole las cuarenta a su presidente, Emilio Botàn, en una muestra mà¡s de lo complicado que empieza a ser para el sistema no contar con ellos.
En Madrid, columnas humanas perfectamente organizadas y sincronizadas partieron de todos los rincones de la capital, epicentro del movimiento desde sus inicios, para confluir en el corazà³n de la democracia representativa, las Cortes. El grito de llegada a las inmediaciones del Congreso de los Diputados se ha convertido en otro sàmbolo: “¡Que no, que no, que no nos representan!”.
Con una plusmarca nacional de casi cinco millones de parados, los indignados parecen estar o venir de todas partes, dispuestos a dinamitar pacàficamente (también usando los cà³digos de la sociedad de mercado) cualquier accià³n o reforma destinada a preservar el actual estado de cosas, ya sea en el à¡mbito laboral, educativo, ecolà³gico o econà³mico.
Muchas de las pancartas manifestaban el rechazo al llamado Pacto del Euro
Precisamente ayer muchas de las pancartas manifestaban el rechazo al llamado Pacto del Euro, que se presenta desde Bruselas como una receta para paliar la crisis y fomentar la competitividad, y que propone mà¡s contencià³n del gasto pàºblico (en prestaciones sociales y pensiones) y moderacià³n salarial, ademà¡s de una mayor flexibilidad laboral. Todo un paquete de medidas que los indignados traducen como “mà¡s recortes sociales y laborales”, seà±alaba àlvaro, estudiante y uno de los portadores de esa pancarta en Madrid.
Si algo ha demostrado el 15-M, mà¡s allà¡ del perroflautismo, de la inoportuna y siempre excesiva violencia de unos pocos (manifestantes y policias) y de la resistencia campal de otros que se niegan a irse de la plaza, es que son muchos, como Amalia, una jubilada que ayer se refugiaba a la sombra de los à¡rboles del paseo del Prado durante la la concentracià³n, los que siguen dispuestos a decir que “ya està¡ bien”.
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