“La desigualdad se subsana legislando”

by Editore | 4 Aprile 2011 7:00

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“Llevamos tres aà±os fingiendo que no hay crisis. Los daà±os del berlusconismo han sido y serà¡n terribles” Recibe a EL PAàS en su despacho romano, cuarta planta de un imponente edificio de la época fascista, con casi 40 minutos de retraso. Inteligente, reflexiva y tà­mida, tiene facciones duras y ojos y sonrisa dulces. Madre tardà­a de una hija, y amante de la navegacià³n a vela, se dirà­a que ha llegado a esta potente poltrona del Sistema Italia en el momento mà¡s difà­cil. La unidad sindical se ha hecho pedazos ante una fà³rmula global que aquà­ se conjuga made in Italy: berlusconismo rampante + crisis financiera + Sergio Marchionne (el consejero delegado italocanadiense de Fiat). En los àºltimos meses, la implacable CGIL, que controla 1.200 convenios colectivos en el paà­s mà¡s sindicalizado del mundo (un 39% de afiliados), ha debido aceptar el leonino contrato (menos derechos de enfermedad, huelga y descansos) ofrecido por la Fiat como condicià³n para no cerrar las fà¡bricas de Mirafiori (Turà­n) y Pomigliano (Nà¡poles). Una derrota histà³rica. Aunque dice que no se siente vencida -“el conflicto de Fiat sigue abierto”-, se nota que aàºn le cuesta asumir lo que ha pasado. Camusso se rebela ademà¡s contra el “machismo profundo que retrasa al paà­s”, y defiende como “mà¡s necesaria que nunca” la huelga general de media jornada que la CGIL ha convocado para el prà³ximo miércoles. Pregunta. ¿Cuà¡l es su diagnà³stico de los problemas de Italia? Respuesta. El paà­s se ha quedado atrà¡s, ha frenado su evolucià³n material y cultural. Primero, en los servicios sociales. Siempre bromeamos diciendo que las guarderà­as son infraestructuras. Tenà­amos un sistema educativo envidiado en Europa, pero eso se acabà³ hace 20 aà±os. Segundo, somos el paà­s de la precariedad, sobre todo en el empleo femenino. Las mujeres se dedican sobre todo a la ayuda social, a hacer comidas, a ser camareras… Se ha frenado su reconocimiento como persona. Y, para colmo, nuestros jà³venes se quedan en casa hasta los 35 aà±os porque no tienen dinero para irse. P. ¿El machismo explica esa decadencia? R. En los setenta aprobamos el divorcio y el aborto. El proyecto de dar ciudadanà­a plena a la mujer se abandonà³. Fue un movimiento de resistencia cultural espontà¡neo. No tenà­a quien lo defendiera en las esferas del poder. El liberalismo ha generado desigualdad, y tenemos un jefe del Gobierno populista que apela al peor machismo para imponer su modelo. Conviven dos paà­ses: uno real, con familias evolucionadas, y una representacià³n violentamente machista, que ve a las mujeres escindidas en cuerpo y mente. El jefe de Gobierno tiene una relacià³n enferma con los géneros, y ha afirmado esa servidumbre. P. Las ministras se hacen llamar ministro. ¿Usted? R. Dejo que me llamen como quieran. El italiano no tiene neutro y es una lengua muy burocrà¡tica, que tiende a identificar los cargos con la funcià³n y no con la persona. Mà¡s que el lenguaje, importa la actitud del poder y de los polà­ticos. Nuestra izquierda no sabe aàºn que la desigualdad solo se subsana legislando. En Espaà±a han aprobado normas especà­ficas, y por eso han avanzado tanto y nos han sobrepasado. En el sindicato lo hemos hecho; la polà­tica no ha dado ese salto. P. ¿Cà³mo ha influido la Iglesia en eso? R. El ejemplo espaà±ol es muy claro. Espaà±a es tan catà³lica como Italia, la jerarquà­a eclesial promueve una idea de familia parecida. La polà­tica allà­ ha hecho su trabajo y el paà­s ha cambiado. Me impresiona que la jerarquà­a catà³lica insista tanto con la polà­tica provida, el aborto, los condones, y al mismo tiempo guarde silencio absoluto con lo que sucede en Italia con la mercantilizacià³n del cuerpo de las mujeres. Espaà±a nos enseà±a que si la polà­tica hace su tarea, la Iglesia puede gritar lo que quiera. Italia es la prueba de que cuando no hay una polà­tica autà³noma, la Iglesia manda. P. ¿Cuà¡nto cuenta la televisià³n en el éxito de Berlusconi? R. La televisià³n es un elemento de resignacià³n, el canal que ha sustituido a los espacios colectivos a los que la polà­tica ha renunciado. Puede condicionar como la publicidad: repitiendo una mentira, al final es verdad. Pero su poder se debe sobre todo a la desaparicià³n de los lugares colectivos; si la gente pudiera participar en las tomas de decisiones, lo harà­a. El conflicto de intereses es gigantesco, pero Gran Hermano lo ven cuatro millones, y el programa de Roberto Saviano lo vieron doce millones. P. El centro izquierda parece mà¡s cà³mplice que enemigo. ¿Es asà­? R. Desde que los iconoclastas renunciaron a la ideologà­a para dejar a la derecha el privilegio de seguir utilizà¡ndola, nuestra clase polà­tica se ha hecho mà¡s compacta. Napolitano enseà±a que el respeto a las instituciones, a los valores fundacionales, a la Constitucià³n, gustan a la inmensa mayorà­a. La izquierda no ha podido conservar esos valores. P. ¿Sergio Marchionne cambiarà¡ Italia? R. Nosotros no tenemos ningàºn miedo. Es un conflicto que sigue abierto. Nos han vencido, porque ha sido una derrota, pero las derrotas no son definitivas. El paà­s tiende a mixtificar, pero Marchionne calla demasiadas cosas. Es probable que Fiat se convierta en una empresa americana; desgraciadamente llegarà¡ el momento y el Gobierno y la oposicià³n entenderà¡n que la industria del automà³vil es estratégica, no tanto por el volumen de trabajadores, sino por su impulso a la innovacià³n de otros sectores. Obama, Alemania y Francia lo saben. Berlusconi y la Liga han renunciado a ella. P. ¿Quizà¡ porque eso implica dividir al sindicato? R. Desde luego, el objetivo del Gobierno y de Marchionne es dividirnos. Al llegar la crisis, el Gobierno pensà³ que un sindicato débil podà­a ser àºtil para recortar el Estado social. A eso ha contribuido la escasa autonomà­a de la patronal, que ha creà­do que el berlusconismo podrà­a desmantelar los sindicatos, y la actitud de las otras centrales, que han pensado que asà­ podrà­an sacar beneficios en el sector pàºblico. Este Gobierno se mueve solo por venganza, y ha decidido que la crisis la pague el trabajador. P. ¿Fiat tiene un plan industrial para Italia? R. No lo hemos visto, asà­ que no creo que lo tenga. Ha anunciado que va a invertir 1.700 millones, pero el resto, hasta los 20.000 millones prometidos, no sabemos dà³nde està¡. Por ese anuncio hemos perdido de vista la Constitucià³n y nos hemos comportado como un paà­s subdesarrollado. El Gobierno no ha tenido el coraje de sentar a Fiat en una mesa y discutir. Alemania lo hizo y les dijo: “Ciao, ha sido un placer”. Aquà­ Marchionne parece el salvador de la patria. Pero no sabemos si tiene otro modelo que el de reducir la pausa de la comida en 10 minutos. Se ha querido cargar sobre Mirafiori el destino del paà­s entero. Pero solo un paà­s débil necesita un salvapatrias. P. ¿La CGIL ha cambiado lo que debà­a para ayudar a modernizar el paà­s? R. Estamos en transformacià³n. Somos un gran sindicato. Debemos innovar, pero defendemos nuestra historia. Con la crisis hemos crecido; crece la demanda de defensa de los trabajadores. Sabemos que hemos infravalorado el trabajo precario, que necesita grandes reformas. Somos el paà­s con el trabajo mà¡s pobre y la evasià³n mà¡s alta. P. ¿No teme que sea contraproducente una huelga general? R. Sabemos que tiene impacto. Nos dicen unas 25 veces al dà­a que no viene bien a nadie. Vamos solos, y la divisià³n es una seà±al clara. No puede ser que la clase dirigente no diga que estamos en un callejà³n sin salida. Llevamos tres aà±os fingiendo que no hay crisis, pero estamos viviendo la situacià³n mà¡s trà¡gica de la historia, dejando aparte las guerras. Los daà±os del berlusconismo han sido y serà¡n terribles. –

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